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Recordando un taller con nuestros mayores

Hace más de un año, impartí un taller de manualidades en la Residencia de Mayores de Monforte (Lugo). En realidad, tengo que decirlo con todo el orgullo y satisfacción porque fue mi primer taller para mayores. Recuerdo como compartieron conmigo sus vivencias, lo que supuso todo un aprendizaje. Por ello, quiero compartir con todos vosotros mi experiencia.  

Seguramente os estaréis preguntando porque hago un recordatorio al pasado. Pues… simplemente, estos días de tristeza pienso en todos los abuelitos del mundo y me pongo a recordar. Debido a la pandemia que está asolando el mundo actualmente, la vida nos está poniendo en nuestro lugar. Hoy más que nunca, tenemos que valorar a nuestros mayores. En estos tiempos que corren, de coronavirus, de lucha contra un enemigo invisible, de incertidumbre hacia el mañana. Tenemos que mirar al pasado y preguntarnos quién nos trajo hasta aquí. La respuesta es muy fácil: nuestros mayores. Ellos, la base de nuestra sociedad, cuya vida se está escurriendo entre nuestras manos. En recuerdo a ellos, hoy escribo estas líneas.

Vuelvo al pasado, a aquella mañana de noviembre, a la ternura de aquellas alumnas tan especiales. Guardo recuerdos entrañables que siempre permanecerán en mi memoria. Como si de un colegio se tratase, estaban emocionadas, ilusionadas por aprender nuevas cosas. Sin duda, fue una mañana muy productiva para todos. Primero les expliqué la técnica de dibujar con hilo y después escogieron distintos modelos básicos para empezar. Al principio les pareció un reto imposible, ya que ellas estaban acostumbradas a la costura pero aquí ¡no había aguja!

Sin embargo, con el paso de los minutos entendieron el truco y, realmente lo disfrutaron. Entusiasmo, alegría y sonrisas lo invadieron todo. El ambiente se volvió tan ameno que sus recuerdos volaron a otra época. Con nostalgia y un poco de pena, me contaron mil historias. Cuando luchaban por salir de la miseria y el hambre, cuando agudizaban el ingenio para criar a sus hijos, cuando dejaron a sus familias para ganarse la vida en otros lugares, cuando empezaron a disfrutar de la vida… Ahora con el coronavirus, decimos que son las víctimas de una guerra invisible pero, en mi opinión, toda su vida han sido soldados sin escudo. Por ello, merecen todo nuestro respecto y cariño.

Para terminar, solo deciros que aquel día mereció la pena. Y volviendo al presente, a esta época surrealista que estamos atravesando, nunca olvidéis vuestros valores. Y ya que este post trata de nuestros mayores, recordad que ellos nos dieron su experiencia y su paciencia, su conocimiento y sabiduría ¡Por ellos!

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